LA ESTÉTICA MEDIEVAL

LA ESTÉTICA MEDIEVAL


 

En la Edad Media los problemas estéticos se derivan de la Antigüedad clásica, pero confiriéndoles un significado nuevo, partiendo del sentimiento del hombre, del mundo y de la divinidad propios de la divinidad cristiana (a partir de la tradición bíblica y de la Patrística) incorporándolos en nuevos marcos filosóficos.



En la Edad Media existe una concepción de la belleza puramente inteligible y de la armonía moral, de esplendor religioso y metafísico (de corte claramente platónico). Pero esa concepción, marcada en la importancia de los símbolos iconográficos del arte medieval, impregna la realidad moral, psicológica y sentimental del hombre de la época.

El arte expresa, sin duda, la pretensión de amar a Dios; pero ese amor espiritual no niega el atractivo que suponen los objetos sensibles. El asunto crucial es dejar patente que la inclinación al amor ornamenti, a las iglesias suntuosas y a la belleza del canto y de la música debían estar puestas al servicio del amor a Dios.

Un buen ejemplo de esta situación es la polémica generada por los cistercienses y los cartujos en el siglo XII.



·         Los primeros arremeten contra los lujos decorativos en las iglesias y en su estatuto prohíben el uso de seda, oro, plata, vitrales, esculturas, pinturas y tapices porque distraen a los fieles de la piedad y oración o porque es contrario al espíritu cristiano el dispendio económico en esas superflitates cuando hay hijos de Dios que viven en la indigencia. Pero, en realidad, no se pone en discusión el hecho estético, sino su uso para finalidades espurias al debido y exigible objetivo que debe tener el arte: ad maiorem gloriam Dei.


·  Para los cartujos, la desconfianza hacia la belleza exterior (del cuerpo) recala en la contemplación de la belleza interior (del alma); y, así, los cuerpos de los mártires, horripilantes a la vista después de los horrores del suplicio, resplandecen de una vívida belleza interior.

No cabe duda de que los hombres y las mujeres medievales disfrutan de la belleza no fijándose exclusivamente en la autonomía del producto artístico o de la realidad de la naturaleza, sino en un captar todas las relaciones sobrenaturales entre el objeto y el cosmos, en percibir el significado metafísico-religioso de la verdad.

Desde este punto de vista, las distinciones escolásticas entre belleza y utilidad, entre belleza y bondad son meramente retóricas.

Durante el Medievo, la definición asumida plenamente procedía de Agustín: la hermosura del cuerpo es la armonía de las partes acompañada por cierta suavidad de color. Se recogía así la definición de la tradición estoica y clásica, en general, la díada chrôma kaì symmetrìa; y la posición pitagórica de la proporción, del número. Así pues, por un lado, la sensibilidad de la época, revive en una atmósfera de espiritualismo cristiano la kalokagathía griega, la armónica conjunción de belleza física y virtud; y, por otro, el filósofo escolástico tratará de discernir en qué consiste esa identidad y hasta qué punto se distinguen ambos conceptos.

Por su parte, Witelo en De perspectiva (1270) presenta una moderna concepción interactiva del conocimiento. Apunta cómo en la percepción de las realidades estéticas interviene no sólo la captación intuitiva de las formas sensibles, sino también una compleja interacción entre la multiplicidad de esos aspectos objetivos y la actividad del sujeto, que compara y relaciona.



En definitiva, la estética medieval culmina en los tres aspectos que establece Tomás de Aquino:

·         Proporción entre materia y forma del objeto artístico,

·         Integridad de la intención moral del hecho artístico, y

·         Las claritas como verdadera capacidad expresiva del organismo concreto para mostrarse resplandeciente y ser gozado plenamente, sin turbación, sin esfuerzo, en paz y sosiego.

En cuanto a los elementos simbólicos que no sólo adornan, sino que sobre todo llenan de sentido las creaciones artísticas medievales, cabe recordar la función didáctica y apologética de una determinada concepción del mundo y de la vida: el cristianismo en su forma medieval, ideológica y políticamente.

Finalmente, nace en el pensamiento medieval una teoría sistemática, que necesariamente retrasada con respecto al fermento y a la tensión práctica, lleva a cumplimiento la imagen estética del ordo político y del ordo teológico cuando éste está ya minado por mil partes: por la conciencia nacional, por las lenguas romances, por las nuevas tecnologías, por un nuevo sentimiento místico, por el cambio social, por la duda teorética.

 

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